miércoles, 15 de abril de 2015

Güeros, película de Alonso Ruizpalacios que le hace su chamba al sistema


Había una vez dos güeritos, uno llamado Alonso Ruizpalacios, el típico niño nerd al que le hacían  bullyng en la primaria esos nacos horrorosos a los que se ha dado a la tarea de describir y tachar de "Furias", y otro fresita, también de lentes y nerd, llamado  Gibrán Ramírez Portela, quien en su currrículum googleado afirma autonombrarse dramaturgo porque suena a más caché

Ambos gueritos, pertenecientes a clases acomodadas, con padres que pueden costearles estudios en Londres y en otras ciudades del extranjero, vivieron durante años el azote de los nacos, de esos que se atreven a levantar huelgas, de esos que en los barrios cercan los coches y les dicen: ¡uuuuy están bien perdidos güeritos!

Es decir, Alonso Ruizpalacios y  Gibrán Ramírez Portela siempre se sintieron como entes que no pertenecían a un México de morenos, primero, como fresas de clases acomodadas, y luego como pseudointelectuales que desprecian al núcleo de los nacos, de los pobres o de los jóvenes que tienen que luchar para mantener la educación gratuita.

Un día, ambos güeritos, después de incursionar en el teatro con muchos intentos como El carro de comedias o  Alaska, además de nutrirse con numerosas becas como las del Fonca, además de otras chambas en lugares tan respetados como Televisa, decidieron unirse para hacer una película titulada Güeros, que más bien debería llamarse: "Como mezclar en un sólo filme Temporada de Patos, Y tu Mamá También, Generación Spielberg y Por la libre"

Afortunadamente existe una intelectual tan aguda como Malú Huacuja del Toro que ahorra a muchos críticos (y entusiastas de la crítica, como el que esto escribe) a utilizar con disgusto un tiempo valioso para exponer porqué Güeros es un ejercicio dudoso e incluso peligroso, al esconder un elitismo oscuro en una nube de ligereza cotidiana aderezada con caguamas de azotea.

Y antes de sumar a este texto un extracto del blog de Malú Huacuja donde desenmascara a Alonso Ruizpalacios, sólo diré que al reconocer en  Güeros a tantas películas de su generación (como las mencionadas Temporada de Patos, Y tu Mamá También, Generación Spielberg, Por la libre y hasta Asalto al cine y Viaje redondo) bien valdría la pena revisar cualquier texto escrito por Gibrán Ramírez Portela , para ver si realmente alguna vez ha escrito algo original o si todos sus guiones y obras de dramaturgia son cocktelitos fusilados, lo cual le acarrearía el mote de "Cockteleitor-Fusileitor"… tan sólo una trivia ¿¿¿A qué película les recuerda su obra de teatro Alaska??? Sí, exacto, lo mismo pensé.

Me asumo como uno de esos nacos (esos "Furias"), nunca güeros, que fueron a la UNAM a finales de los años setenta, y quienes aún cuando ya no asistían a la facultad en la época de la huelga, apoyaban completamente sus causas. Tal vez un buen argumento para "Güeros 2"  sería seguir a un grupo de estudiantes del CCC durante las protestas de hace unos años cuando Hacienda intentó cerrar aquella escuela de cine por considerarla cara para el sistema, hecho que no se logró también a base de las protestas de los jóvenes (pero Ruizpalacios tampoco se enteró porque estaba estudiando en Londres con el dinero de papi). 

El hecho es que tanto Alonso Ruizpalacios como Gibrán Ramírez Portela "no entienden que no entienden" que su película en realidad le está haciendo la chamba y el trabajo sucio al sistema con un disfraz de superficialidad, un sistema que siempre estará al acecho por coartar la educación, por minar las oportunidades y por llevarnos hacia el universo de Televisa o TV Azteca, empresas para las cuales también han trabajado Portela y Ruizpalacios, aunque lo nieguen, pero ahora hay google para checar a fondo y con LUPA sus currículums y procedencias.


Y aquí un extracto del blog de Malú Huacuja del Toro, quien desde el año pasado fue la primera en percatarse del verdadero trasfondo de "Gueros" y le arruinó la presentación a Ruizpalacios en Nueva York: 


(MALÚ HUACUJA DEL TORO): Acudí, sobre todo, a ver el estreno de Güeros, la ópera prima de Alonso Ruizpalacios que, según había leído en las reseñas y sinopsis, parecía estar hecha en contra de la huelga de la UNAM. Yo fui a que no me contaran qué tal estaba ni de qué hablaba. Y, sobre todo, fui con la esperanza de disfrutar lo que posiblemente fuera una buena película. Motivos había para suponerlo: el Festival Internacional de Cine de Berlín es uno de los más prestigiados del mundo (no como el de San Sebastián ni el de Guadalajara, que aunque hayan mejorado últimamente comenzaron siendo una burla). Como guionista profesional que también soy (o por lo menos, como dicen mis enemigos “fui”) acudí asimismo con la esperanza de que las reseñas hubieran estado mal hechas o mal informadas, o que las sinopsis exageraran esa parte del argumento con fines mercadotécnicos, y que, a pesar de su título, el guion estuviera a la altura de un reconocimiento mundial.  Mi expectativa profesional era, en suma, que el filme galardonado me deslumbrara como hacen las grandes películas, y que ni el tema mismo (aún si fuera uno con cuyo tratamiento político no estoy de acuerdo) pudiera separarse o desarticularse de la magia que crean los grandes.
          La otra posibilidad, mi segunda perspectiva profesional, era que, como dije, la descripción en los boletines de prensaestuviera preparada para provocar, o el título encajado para desconcertar pedantemente —como se acostumbra ahora en mercadotecnia gay—, en cuyo caso el tema de la huelga de la UNAM sería incidental, no dominante. Daría por descontado que yo apoyé desde aquí y formé una red de solidaridad con los huelguistas en aquellos meses, informando lo que no contaban los periódicos allá, explicando cómo fue el proceso de privatización de la educación superior aquí (donde se utilizaron tácticas tan parecidas, empleadas eficazmente aquí por el entonces alcalde Rudolph Giuliani, después contratado por AMLO). No obstante lo cual, digo, también eso podía dejarlo pasar sin armar olas públicas al final porque, vaya, si los huelguistas soportaron las calumnias de la televisión diariamente y la mala prensa de todos los intelectuales poderosos de México —no es poco decir—,  una película en la que brevemente aparecen como telón de fondo, descritos tal como los ridiculizó una amplia gama de comentaristas, desde López Dóriga hasta Jaime Avilés, pasando por Guillermo Sheridan, más caricatura no se les podía hacer.
          Con esa mirada contemplé la primera hora de esta película que, además, está coproducida por la UNAM.   
          Pero no resultó ninguno de los dos casos. La película es, en un ochenta por ciento, aproximadamente, sobre la huelga de la UNAM, en torno a ella, contada exactamente tal como la explicaron los medios de comunicación al servicio de la plutocracia y los intelectuales de La Jornada  en defensa de los güeros, los moderados, que son “los buenos” (o por lo menos los “no tan malos”) de este filme, sin ningún contexto, y tal como la entendieron Gael García Bernal y Diego Luna en aquel entonces.
     El título es literal. Los güeros son los protagonistas. Aunque imbéciles y güevones, por lo menos no son como los prietos: unos vándalos que se agarran a golpes o que los asaltan en las calles, o que los golpean. El líder de los prietos huelguistas se llama Furia. La chica linda de ojos claros es la que tiene la razón. Los demás aparecen en escenas dionisíacas bailando en torno a una fogata. La chica güera lleva meses en las guardias en la UNAM pero abandona su compromiso por razones tan incomprensibles como lo fue la huelga para el director, y en seguida abandona hasta a su personaje, cuando siendo ella estudiante de Letras se pone como actriz a burlarse del tono con el que hablan los personajes de Los Olvidados (a ninguna estudiante de Letras le interesa específicamente burlarse de Buñuel; al director de Güeros,  en cambio, sí le importa dejarlo claro: “Somos los güeros, no Los Olvidados, y nos ganamos premios internacionales como Buñuel). A esas alturas, comprendo perfectamente por qué ganó un premio internacional en tiempos de Peña Nieto. Salinas está de vuelta. Pasada primera hora, la película no sólo parece estar en contra de la huelga de la UNAM: parece hecha por la CIA, en un sexenio en que la administración está resuelta a privatizar la educación. ¿Será? Yo sé que no. Yo sé que está confeccionada por la estupidez de los televidentes y de los lectores de La Jornada, junto con la codicia de los Carlos Ímaz (quien cumplía órdenes de Rosario Robles en aquel entonces, como se vio en los videoescándalos), por los lectores de Monsiváis. Sé que ni la CIA lo habría hecho mejor.  He decidido quedarme a la sesión de preguntas y respuestas para corroborarlo. Después de la escena de burla de Los Olvidadosy la forma como hablan los nacos, ahora sí quiero conocer al director.
     El público ríe a carcajada batiente en la parte en la que los actores fuera de personaje imitan el acento de los nacos. Tanto, que me hace voltear a fijarme quiénes son: los que tomaron los asientos reservados, claro. Busco a la única negra que detecté entre el público al entrar a la sala, y que se estaba riendo al principio: ya ni sonríe, claro. Tampoco es tan tonta.
     El resto del tiempo de la película sí me preparo. ¿Qué voy a hacer? No sé. Lo único que sé es que nadie más va a defender aquí a los jóvenes que preservaron la educación gratuita en nuestro país. Ríanse los que están leyendo esto pero que en aquel entonces sólo veían televisión o no leían más que los periódicos. De todas formas las universidades públicas en Estados Unidos ya no existen, y eso es lo que se busca implantar en México. Si hubiera una película en la que se hubiera ofrecido algún contexto de por qué estalló esa huelga, por qué la resistencia, por qué los “moderados” eran los rubios “buenos” que querían poner “un fin negociado”  y los prietos eran unos irracionales violentos “por culpa de los cuales todo se arruinó”, los jóvenes norteamericanos ni siquiera sabrían de qué están hablando. Los adultos recordarían una lucha que perdieron. ¿El resultado? Un muchacho de 21 años estudiante de la UNAM, aún el más haragán, el más aviador, tiene una cultura general más amplia que la de su equivalente a la misma edad en la reconocida Universidad de Columbia o en la semipública (también cara) CUNY.  
     Lo que también recuerdan los adultos espectadores son huelgas de más de un año. Eso no es novedad aquí, ni en ningún lado. Para Ruizpalacios será un escándalo, pero la película que acaba de dirigir el socio de su productor Gael García Bernal —Diego Luna— sobre César Chávez habla de una huelga que duró cinco años. Me voy pensando en eso mientras finjo salir al baño para regresar por la otra puerta, ahora sí, con un plan.
     Mis años ayudando a Occupy Wall Street me ayudan, pero sobre todo me asiste la memoria de los jóvenes. Ningún estudiante debería ir a la cárcel en defensa de la educación gratuita. Me las arreglo para ser la primera a la que le den la palabra, pues así establezco el tono de lo que será la conversación y nadie más se atreverá a hacerle elogios desbordados como hacen los leguleyos en estos eventos. Lo hago tartamudear muchas veces. Lo obligo a explicarse. Termina contando cosas que nunca se imaginó que diría la noche de su estreno en Nueva York.
     —Primeramente, felicidades por todos tus premios —le digo en inglés, con una sonrisa, y me encargo de que mi voz se escuche por toda la sala, que está repleta—. Quería preguntarte, porque esta película fue sobre un movimiento que defendía la educación gratuita en México, cosa que aquí en Estados Unidos es inconcebible…
     Aquí hago una mención que Ruizpalacios no va entender, pero que va a resonar en los corazones de absolutamente todos los jóvenes asistentes: las deudas para pagar las colegiaturas. Porque, precisamente, ninguno de ellos va a una universidad completamente gratuita. Ése problema es una de las raíces de Occupy Wall Street y su puente con losindignados de España y Chile.
     —¿Tú estudiaste en una universidad pública? —le pregunto, ya que termino.
     —No. Yo iba a estudiar en la UNAM —dice él, con voz quebrada—, pero la huelga me lo impidió.
      —¿O sea que tú no fuiste educado en universidad pública?
      —No. Yo terminé estudiando en Londres.
     —Eso es todo. Gracias

El texto completo en: 

http://malu-huacuja-del-toro.blogspot.mx/2014/04/cronica-de-una-noche-arruinada-el-debut.html