lunes, 1 de septiembre de 2014

Cumbres, la historia de un crimen

La entrevista que en la Jornada realizaron al director de Cumbres: Gabriel Nuncio lleva un año hablando sobre un mismo tema, su película Cumbres (2013) que se estrena el 14 de agosto en la Cineteca Nacional luego de haber pasado por foros como el Riviera Maya Film Fest (Premio Jurado Joven), el Baja Film Festival y el FICUNAM. El joven director regiomontano habla en entrevista sobre la experiencia de escribir y dirigir su primer largometraje, un filme sobrio acerca de dos hermanas en el norte del país quienes escapan de su casa a raíz de un crimen y se ven obligadas a reinventar su relación.
Cumbres luce como un primer ejercicio interesante de alguien que tras varios años de fungir como productor ejecutivo en la compañía Canana, se ha podido dar el tiempo para concretar su opera prima. De manifestaciones anímicas calculadas, la película descansa sobre la hondura psicológica de sus dos protagonistas. No da lugar para despliegues artificiosos sino que exhibe la personalidad abismada de dos personas quienes escapan sin rumbo definido. Todo el relato está basado en hechos reales.
–¿En qué te basaste para escribir Cumbres?
–La película está inspirada en un caso muy famoso en Monterrey, en el último crimen con nombre y apellido que se cometió en el noreste hace ocho años antes de que empezara toda esta guerra contra el crimen. Después de estar leyendo la nota roja en todos los medios, en dos líneas encontré la historia de esta película que era lo que a mí me interesaba: la huida de uno de los protagonistas del crimen con su hermano. Luego de pensar por qué me interesó esto, encontré lazos personales de mi relación con mis hermanos, de cómo una tragedia te une con alguien.
–¿Hiciste investigación?
–No hice investigación, cayó sola. De repente uno de los actores me decía: “oye un gran amigo mío fue el abogado de la chica que atacaron”. Entonces platiqué con él a una semana del rodaje. Es un personaje que parece mentira, tiene un cráneo en su escritorio y te cuenta todo el caso actuando. Sabía detalles mórbidos de todo lo que pasó y de ahí tomé algunas cosas que me podían servir.
–¿Cómo describirías el trabajo de construcción de tus personajes? ¿De dónde te fuiste nutriendo a parte de los hechos reales?
–La película la fui pensando desde el 2006. La platiqué tanto que en aproximadamente una semana vacié todo, luego empecé a retrabajar los diálogos. La primera parte era lo que yo iba sacando de mi imaginación contra lo que fui observando en mis propios protagonistas. Cuando decidí que iban a ser chicas, la mayor parte del proceso, ensayos y ejercicios consistían en pasar tiempo juntos. Una de ellas no sabía manejar y tuvo que aprender. Comenzaron a surgir pequeñas anécdotas entre nosotros, así empiezas a hacerte cómplice y de ahí sale la segunda parte del guión.
–En tu película hay un notable cuidado de lo formal, de la fotografía, la puesta en cuadro… ¿Podemos hablar de influencias en particular de algunos directores en tu proyecto?
–La verdad es que no y esto fue un problema para el fotógrafo. Mi siguiente película es una comedia entonces si habláramos de eso está Woody Allen. En esta película teníamos fotografías que yo había estado juntando durante mucho tiempo y era ver esas fotografías y decir: “esto quiero en la imagen”. No tengo ningún director a la mano en el que haya pensado para hacer esta película.
–¿Quizá las influencias no son conscientes?
–Yo creo que sí y está mejor que no sean conscientes porque por ejemplo una vez en un festival no me eligieron pero me dicen la película “es como Antonioni y El eclipse” y no tiene nada que ver.
–Lo que pasa con Antonioni es que decía que generalmente en el cine comercial, sobre todo el de Hollywood, vemos a personajes cometiendo un asesinato o algo así pero nunca hay momentos para que veamos a esos personajes a solas asumiendo las consecuencias de esos actos. Creo que tu película nos deja con los personajes ahí, digamos que se puede ver a la chica supuestamente asesina enfrentando las consecuencias de eso que hizo.
–En eso tienes razón aunque quizá estéticamente no en cuanto a valor del plano, etcétera; pero atmosféricamente y de personajes sí tiene este sentido. En El eclipse en una casa de bolsa hay un momento en el que un hombre pierde todo su dinero y la cámara lo sigue y lo único que acaba haciendo es pidiendo un sándwich y disfrutando el día después de eso tan fuerte que le sucedió… En realidad luego también es como un atentado pensar en estos directores. La verdad yo quisiera que mis futuras películas muestren mis influencias muy idiosincrásicas de Monterrey.
–¿Es tu intención trabajar ese contexto?
–Sí, tengo muchas historias de adolescentes y no podría hacerlas en la ciudad de México. Bueno, es curioso porque hace poco escribí una que se llama Los herederos, desarrollada en Monterrey en los años 90 y acabó siendo en Satélite en mi época actual, entonces pues yo no la dirijo. Como director me interesa explorar esa región del noreste.
–Has producido películas también muy interesantes: Voy a explotar, El lenguaje de los machetes… ¿Cómo estás palpando el momento actual para los cineastas jóvenes?
–Creo que hay dos rutas que están empezando a ocurrir, una es de cineastas de otros estados. Creo que lo que está pasando es que es tan accesible hacer cine que puedes hacer películas ahorrando dinero. Justamente ahora produje una que se llama Mañana psicotrópica y que no se ha terminado pero que costó 60 mil pesos. Lo que está sucediendo es que de pronto vamos a ver películas hechas en Reynosa, en Sonora, en todas estas geografías que nosotros no reconocemos y que van a tener una idiosincrasia y una personalidad muy particular; a lo mejor en su manufactura se van a ver las costuras pero van a tener una idea. Creo que los siguientes cinco años vamos a estar viendo filmes de directores cuyas primeras y segundas películas no conocimos y eso me interesa mucho.

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